Tuesday, February 4, 2020

1. Mi formación y aprendizaje

Mi diario personal: mi formación y aprendizaje

El camino de la vida puede ser corto o largo, interesante o aburrido, gris como un frío día de invierno o resplandeciente como el más brillante sol de verano. Los profesores tenemos la capacidad de hacer que los días de nuestros estudiantes les resulten corto o largos, fríos o cálidos, grises o resplandecientes, emocionantes o desprovistos de emoción, que los dejen sin ganas de querer regresar a nuestras clases o que se queden con ganas de venir a por más. Los profesores hemos de ser educadores, consejeros psicólogos, artistas del mundo de la magia y el invento, formadores de carácter y talladores de alma. Somos los pintores y diseñadores de la belleza interna de nuestros estudiantes.


Mi nombre, de dónde provengo y qué me gusta

Me llamo David Isaac y soy cubano, graduado de lengua inglesa con segunda lengua alemana. Nací y crecí en el seno de una familia muy humilde en el oriente de Cuba.  Me gustan el deporte, el baile y la música salsa, el reguetón, el R&B, hiphop y las  baladas en diversos idiomas aunque muchos no los entienda, los idiomas y el mundo de la enseñanza y la educación. Cuando me siento a escribir por placer es porque voy a componer una canción o, simplemente, para entretener a los demás. No, no soy escritor; soy tan solo un entretenedor. Es por eso que este diario lo escribo de manera diferente a la de muchos. Trataré de ser breve.

Mi niñez

Recuerdo cuando desde el patio del círculo infantil, lo que para los españoles sería la guardería, contemplaba aquella escuela primaria enorme y sentía muchas emociones. Sí, muchas. Lo que no recuerdo es haber sentido miedo jamás cada vez que la observaba desde el patio de Amiguitos de Angola; ese era el nombre del círculo infantil al que fui; lo de Amiguitos de Angola viene por cosas políticas y de revolución de cuando Cuba ayudaba a Angola en su lucha contra el apartheid, pero no voy a hablar de política y sigo con mi tema.
Humberto, aquella escuela que tanto me impresionaba, estaba a un par de cuadras de Amiguitos de Angola, aun así a dos cuadras de distancia, se veía el nombre en letras rojas mayúsculas bien grandes que decía "HUMBERTO PANTOJA RODRÍGUEZ".   Mi madre me decía: "Irás a esa escuela porque yo trabajo y porque es la mejor". Sí, todos en Cuba vamos a las mismas escuelas. Los de más posibilidades y los de menos posibilidades también. No hay diferencia. Un dato: Humberto fue uno de esos tantos héroes que dio la Revolución Cubana. Yo no hablo de revolución ni de política. Creo que eso es un mal que no tiene cura. ¿Para qué perder mi tiempo entonces hablando de algo a lo que no le veo solución?...

Por fin llegó el día. Fui por primera vez a Humberto; era por fin esa mi escuela primaria tal como había dicho mi madre, que EPD. Yo tenía 6 años. Me sentí raro en aquel primer día. Puede que haya sentido hasta miedo de esa escuela en la que todo me parecía tan enorme pero, a ciencia cierta, no lo recuerdo. Solo recuerdo que cada día me iba a casa con conocimientos sólidos de muchas cosas nuevas que había aprendido, tanto de contenido como de valores morales. Mi madre y mi padre poco podían enseñarme de los contenidos de la escuela, pero mi madre era un modelo de madre, siempre dando lo mejor de sí a todos a su alrededor. 


Mi primera maestra
Mi maestra era especial. Debe haber caído del cielo. Era para nosotros una diosa. Un ser inigualable. No en balde era siempre la mejor. Era una especialista sin haber realizado jamás un curso de especialidad en enseñanza. Tenía tan solo un simple título de magisterio, pero tenía un arma muy potente: estaba llena de conocimientos y sabía transmitirlos. Sabía de todo. Escribía poemas, cuentos, y alegorías. Tenía un taller de artes literarias. Yo fui parte de ese taller. Ella sabía de matemáticas y de ciencias, de geografía, de botánica y de historia. Tenía la letra más linda que jamás hubiera visto en un adulto. ¿No podía un niño de tan solo 6 años admirarla como a una diosa? Bueno, como a una diosa no. Ella decía que los dioses no existen. Es por ella que no creo en dioses....Ella escribía muchas cosas, a la verdad. Yo solo canciones  e historias cortas cuando tengo tiempo que, últimamente, no logro encontrarlo. 

La formación que me dio mi maestra desde el primero al cuarto grado marcaron mi vida para siempre positivamente. Dejaron una enorme huella en el sendero de mi educación, pavimentando el camino por el que habría de transitar. Desde siempre traté de imitar sus palabras y seguir sus consejos, y no solo imitarlos y seguirlos, también de darlos y de transmitirlos...sí, lo hice siempre desde pequeño, enseñaba a mi hermana que era unos 7 años mayor que yo: Ella no tuvo una maestra como la mía, pero no entraré en esos detalles ahora, pues no vienen al caso....


  Mis próximos pasos y mi profesora de matemáticas a mis 15 años
Caminé de la mano de otros varios buenos y excelentes maestros hasta caer en la guía de quien a mis conocimientos les daría un toque más elevado: el de aplicar mis habilidades de razonamiento crítico a las situaciones de la vida. Fue ella quien a través de las matemáticas me supo sacar lo mejor de esa estructura voluminosa formada por tejido nervioso y que se llama cerebro. Fue ella la que, como jocosamente se dice en mi país, me hizo ver que la cabeza no es solo para el pelo sino también para pensar. Creo que a ella le debo la habilidad de haber aprendido muchas cosas de manera autodidacta. A ella y a mi maestra de primaria les debo el profesor que llevaba dentro y que no sabía que vivía en mí. 

 Mi carrera de estudiante-profesor

A los 13 años impartí mi primera clase de educación física en un concurso municipal ocupando el primer lugar; a los 15 y 16 volví a participar pero esta vez impartiendo inglés y volví a ocupar el puesto número uno entre los participantes en el mismo evento. Lástima que solo se hacían hasta el nivel municipal. Yo tenía sed de más , pero me quedé con ella. No había este tipo de eventos a niveles superiores. A los 17 no participé. Entre la difícil situación que tenía en mi hogar en ese tiempo más la tan poca motivación que inspiraba mi nueva profesora de inglés, a la verdad que no me dieron ganas de hacerlo, aun cuando me lo pidió de favor. Si pudiera echar el tiempo atrás tal vez le diría que sí. Ella no era mala profesora. Creo que es lo que da a veces tener un hogar disfuncional cuando se es joven y un maestro que no sabe inspirarte.....A los 16 años, un amigo y yo tuvimos que asumir el papel de profesores porque, lamentablemente, una gran profesora de inglés se enfermó de manera grave y no pudo regresar más a la escuela. Estuvimos todo un semestre impartiendo inglés a los chicos de 10mo grado.  Fue una gran experiencia sentir como a los 16 años otros estudiantes ya me decían profe. 

 Echando un poquito el tiempo atrás
Echando el tiempo atrás, recuerdo que la madre de mi vecino decía que su hijo iba a ser médico porque era muy inteligente y entre líneas me dejaba ver que yo debía ser ingeniero porque era menos inteligente. A esa edad, 9 años, pensé alguna que otra vez que los adultos eran adivinos. Me preguntaba cómo podría ella saber eso si su hijo y yo no íbamos a la misma escuela. Luego supe que lo decía basándose en el resultado de las boletas donde estaban las notas. Sacar el total de los puntos en Humberto no era fácil. No sucedía así en la escuela de mi vecino.


Más adelante en el preuniversitario
Por fin llega de verdad la hora de saber qué quería ser en mi vida futura profesional.  Para ese entonces, siendo estudiante del preuniveristario, era un apasionado de los animales. Sí, quería ser veterinario. Aún a veces me gustaría poder tener la posibilidad de trabajar en una clínica de animales, pero tampoco se puede estar en todos lados. ¿No?..... Lengua inglesa. Eso fue lo que elegí para estudiar. No, miento. Ni siquiera la elegí yo. Fue mi amigo, aquel que junto conmigo le dio clases de inglés a los estudiantes de 10mo grado. También él estudió lengua inglesa. Se hizo un gran traductor. Yo no. Yo no nací para ser traductor. No me gusta. En la universidad descubrí que mi pasión era la de ser profesor, algo que desde joven se me había dado bien pero que ni por mi mente me pasaba la posibilidad de dedicarme a esta profesión. Mi maestra de matemáticas me hacía explicarle el contenido a mis compañeros en el preuniversatario como si yo fuera un profesor, y mi maestra de primaria me había sentado al lado a un niño que necesitaba ayuda con el contenido para que yo lo apadrinara, como se dice en Cuba, por eso creo que ellas sabían que dentro llevaba a un maestro...  De peque decía que quería ser médico para curar a mi madrina. La quiero mucho. No quería que se me enfermara y mucho menos que se muriera. Pensar en eso me daba pavor. Ella es mi segunda madre. Luego, al crecer un poco más, cambié de idea. Estudiar medicina era sencillamente para personas super inteligentes. Yo no me consideraba super inteligente. Esa carrera era par a mi vecino de al lado como decía su madre. Él se hizo médico, pero el tiempo demostró que no era super inteligente sino super dedicado. Creo que la medicina, en realidad, no es para las personas super inteligentes sino para las personas super dedicadas. Ser maestro y educador requiere de ambas cosas. De esto me dí cuenta más adelante. 
Recuerdo que ya me había decidido. Quería ser veterinario. Total, amo a los animales y los entiendo a veces mejor que  a las personas. Eso me decía. Pero...¿y mi madrina? Ya no podría curarla si se me enfermaba. Por suerte siempre ha sido siempre una mujer muy fuerte. Aún vive y tiene alrededor de 90 años. Que Dios la bendiga. Como dice la gente. Yo no. Yo no digo esa frase. Mi maestra me enseñó a no ser religioso. Entonces mejor digo: ¡qué dicha de tenerla aún viva! Pero mi maestra, ¿acaso habrá cambiado ella de idea en todos estos años sin verla? ¿Quién sabe? Muchos que antes no eran religiosos en Cuba ahora los son. No la he vuelto a ver en más de 20 años. Nostalgia. 


La universidad 
Estudié lengua inglesa en una universidad cubana, en la Universidad de Oriente. Dicen que es la segunda mejor del país. Yo realmente no lo sé. Mis primeras clases de inglés comunicativo las impartí a los 20 años. Lo que a otros les costaba a mí me resultaba muy fácil. Ya venía con entrenamiento previo desde la niñez. Me había convencido totalmente de que había nacido para enseñar: a niños, a adolescentes y a personas mayores. No importa la edad. Creo que he enseñado a casi todas las edades, desde niños de kindergarten hasta estudiantes universitarios y a personas más adultas. En la universidad tuve a profesores muy buenos y muy exigentes y también tuve la desdicha de conocer a mi antiprofesor. A él no le dedico mucho en este escrito; no se lo merece. Con todo el conocimiento que tenía, podía haber sido un hombre de renombre; sin embargo, su personalidad egocéntrica no lo dejaba percibir la realidad del mundo a su alrededor. 

Dónde vivo actualmente y lo que hago
Vivo en USA después de haber vivido unos cuantos años en la madre patria, específicamente en Barcelona que tanto la extraño. De profesor de inglés a tiempo completo  que fui durante muchos años, he pasado a ser profesor de español a tiempo completo y de maestro de español a maestro bilingüe. Trabajo en una escuela chárter (concertada en España) en el sur de Chicago. Está bien lejos mi escuela. Me gusta trabajar allí, pero el solo hecho de tener que perder alrededor de 4 horas viajando diariamente a veces me resulta agotador. Trabajar en una escuela pública de las que están cercanas a casa requiere unos requisitos específicos que aún no cumplo, pero que pronto pienso lograrlos. 


Enseñar y educar
Lo de enseñar ya no es para mí una pasión. Esa pasión desde hace un tiempo  ha pasado a ser una característica inherente de mi personalidad. Ya es más que pasión, repito. Es parte de mí, y lo que es parte de ti lo es para siempre. Educar no es un objetivo ni una meta que persigo, es mi obligación. Lo de educar lo llevo en las venas, y educo a niños, a adolescentes y hasta a muchos de los adultos a mi alrededor. Sí, conozco a muchas personas adultas que necesitan de educación y de un guía. Creo que ellos no fueron privilegiados como yo. Ellos no fueron niños que tuvieron la gran dicha de tener a la mejor maestra que se pueda tener en la vida inicial como estudiante, esa maestra que te lleva de la mano y te enseña por donde coger, para evitar tener tropiezos o que sean lo menos posibles, para que el camino de la vida te sea más ameno y más ligero, y que aunque me haya soltado de la mano una edad un tanto temprana, no porque quería sino porque era hora de tomar de la mano a niños nuevos, sabe que creó en mí a un hombre de bien, al que le enseñó el camino por el cual transitar y el lo siguió. 

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